miércoles, 11 de febrero de 2009

Sobre el estándar y la norma -José Luis Castillejo-

Resulta evidente que nuestra lengua no posee una ley específica que determine cuál es la forma correcta de hablar o de redactar. Ante esta realidad, es costumbre intentar generalizar una lengua común entre todos los individuos, expresarse de la misma manera y con los mismos registros y conseguir crear un leguaje que identifique a todos por igual. Pero obviamente esta es una realidad utópica, puesto que para lograr este objetivo, la totalidad de las personas sostienen una visión muy diferente de lo que debe considerarse una legua común y correctamente hablada, y como es evidente, ningún individuo goza del raciocinio adecuado para afirmar que su ortografía o su expresión oral son las verdaderamente fiables y correctas para que todos nos ciñamos a ellas.

Por lo tanto resulta incuestionable que el problema del lenguaje se caracteriza por una complejidad que va más allá de las simples opiniones o creencias de cualquier persona. Hasta aquí es necesario aclara dos conceptos importantes, el primero es que en la vida real no existe la perfección y por consiguiente tampoco existirá un lenguaje o habla perfecto, en el que se manifieste la imposibilidad de cuestionar ninguna de sus normas y principios. El segundo aspecto a clarificar, es que se entiende por “nuestra lengua”, ya que no todos consideran como propio el mismo lenguaje. En esta reseña, se deriva de nuevo como natural e indiscutible, que en nuestro marco social existen y conviven multitud de variedades lingüísticas sobre las cuales, generalmente se designa a una o varias lenguas como las oficiales de la región. Esta consideración de elevar una lengua determinada sobre otros dialectos coexistentes no quiere decir, ni mucho menos, que tales dialectos se deban considerar como secundarios o caracterizarlos con una menor importancia, en lo que al contenido lingüístico se refiere, ya que es indudable que de la misma manera se trata de hablas comunes entre determinados habitantes. Aquella lengua que esta alzada por encima de otras recibe el nombre de lengua estándar, y se caracteriza por ser la empleada para relaciones oficiales o la que aplica en el ámbito escrito. A pesar de ser la lengua estándar manejada en la mayoría de los actos, no escapa ante el problema planteado anteriormente, mantiene una serie de carencias que evidencian que existen multitud de fallos de los que los individuos se sirven en el día a día, y en ese compendio de individuos nos incluimos todos.

Una vez aclarado y tomado conciencia de este problema, surgen aquellas personas que ponen todo su afán en intentar corregir y mejorar el lenguaje, aunque esta es una tarea ardua y requiere gran dedicación. Tarea ardua porque en muchas ocasiones tendemos a considerar que el simple hecho de que existan un cierto orden lingüístico en lo se refiere a la clasificación de un conjunto de palabras o unas normas concretas, este problema adquiere una dimensión mayor y está por encima de estos simple hechos.
La labor de aplicar un significado concreto a una palabra o hacer que esta se redacte de una manera específica es un proceso difícil de argumentar, y es difícil puesto que una palabra no poseerá una significación distinta por el hecho de que se escriba de manera diferente a la que la norma considera. De hecho, la palabra estándar que se emplea en este escrito, toma un significado diferente según la persona que la emplee o que haga uso de ella en un determinado momento.
Se hace necesario mantener una postura ambigua y dudar de todo aquello que compete a las lenguas, no se puede considerar al estándar como la lengua más correcta, del mismo modo que es evidente que no se usa comúnmente, y no se puede garantizar que esto sea una ventaja o por el contrario un inconveniente.

Se puede sacar en claro en lo referido a una lengua estándar que no por ser la común y más generalizada, tiene un carácter impoluto y, ni mucho menos, deber ser obligada para todos los sujetos, puesto que la existencia de dialectos y otras variedades suministra un gran enriquecimiento para todos en general. El análisis y valoración de una lengua u otra debe hacerse desde el respeto y la objetividad.

Una duda que seguramente quede patente y todavía esté por resolver en esta argumentación, es la de quien o que considera que una lengua se dialogue o se transcriba de una determinada manera, y quien afirma que esa es la forma correcta y válida. Todo resulta opinable, y por consiguiente la aplicación de una norma lingüística no debe tomarse a la ligera y en gran medida depende de la aceptación social que tenga dicha ley. La norma es una realidad, y todos debemos ser conscientes de ella y aceptarla como tal, no es un hecho objetivo, pero con el tiempo adquirió un carácter determinado que la identifica y debe admitirse.

Como conclusión ante este manifiesto, se puede sacar en claro que a pesar de que una lengua tenga unos determinados ítems, resulta obvio que en el habla o la escritura cotidiana, tales normas son saltadas con relativa facilidad. Esto debe hacernos reflexionar y aprender a aprehender nuestra propia lengua que nos garantiza una riquísima variedad en todos los aspectos.

Quizá resulte muy complicado el crear una lengua perfecta, puesto que probablemente la perfección no exista, y mucho menos en esta cuestión, esto no significa que nos demos por vencidos en la lucha continua por mejorar nuestro ámbito lingüístico, pero sí que se hace necesario que aquello que ya está implantado y constituido como correcto, y por lo tanto, lo que caracteriza a una lengua bien empleada, sea utilizado por el total de los individuos con el fin de mantener una sociedad más sabía y educada.

José Luis Castillejo Morón

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